TACTO DEL PAPEL


Todavía era una niñita, no levantaba tres palmos del suelo y ya tenía libros en mano, recuerdo de muchos de ellos, había uno con pollitos, otro con conejos, otro con colores y formas, otro de ballenas…No tenían letras, tampoco me habrían servido de mucho, no sabía leer. Eso sí, aquellos libros estaban llenos de historias, cada día una distinta pues mi mami me pedía todas las noches que le contara un cuento como podia y me las inventaba mirando aquellos dibujos. Pero se arrepentia cuando me decia escribe o dibuja y no porque no sabia hacer figuras en papel sino porque llegaba hasta usar las hojas de sus recetas y hasta de la biblia (hasta ahora veo esa biblia rayada :) )
Me mandaron al jardin, no me puse a llorar como algunos niños, me temblaba las piernitas solamente y tenia una curiosidad de como era detras de esas grandes paredes, volvia la mirada a mi mami que estaba mas emocionada/preocupada con las otras mamis, en fin, ya no podía dibujar en una hoja en blanco, había que colorear dibujos, llenar páginas de palotes… etc, etc.
Recuero que me quedaba hasta el final de clases, no se porque, porque era muy lenta o porque era muy detallista en la tarea, lo bueno que me explayaba, aunque mi madre me esperaba en la puerta del salon, alli parada, como olvidar eso:
--Ya acabo mamita, ya salgo, esperame un ratito.!!--
Ya en el cole me enseñaron a leer y escribir. Los dictados venían ya hechos, las redacciones tenían un tema predefinido, los libros explicaban sin derecho de réplica. Más adelante, los contenidos se complican aún más, se estudian fechas, personajes, hechos, ciencia, desde la óptica de la educacion donde te hayan encasillado, sin preguntar tu opinión.
Estudia, aprende, saca buenas notas, no preguntes, no critiques, es así, y punto.
En la facultad, las cosas no se arreglan. El profesor suelta su charla y escuchas, tomas apuntes, regurgitas lo que te han embutido a lo largo del curso en una hoja de examen y se te evalúa en función de lo que has conseguido recordar. Los libros ya no tenían conejos, ni pollitos, tenían palabras. Muchas, ricas, variadas, cultas, vulgares.
Leo por placer, y leo de todo y me gusta el tacto del papel, el olor a imprenta, el filo de los libros nuevos y a base de leer, de soñar y de imaginar, he conseguido reservar un hueco aquí dentro para aquella niñita que se inventaba aquellas historias cada noche al dormir...

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